

Llegando por los caminos de la poesía, el ensayo y el relato, cuando me planteé escribir El mal amor-Historia de un alegato, quise concebir la historia como una novela de intriga y aventura, sirviéndome de los muchos incidentes para reflexionar sobre filosofía, ética, chamanismo, sexualidad y delincuencia política, dejando para el lector el veredicto final. En ésta, mi primera novela publicada y que escribí viviendo unos enriquecedores meses en París, creo haber conseguido una fábula original y particular para quien la lea. Porque este libro, como todos, toma forma definitiva en el cerebro de cada lector. En su condición personal científica o mística, es donde llega a formalizarse la obra. Mi afán es que tú, gracias al lenguaje ligero y rítmico que he buscado, entres hasta el fondo de la aventura y hables, cara a cara, con sus personajes. Algunos te resultarán más cercanos que otros, puede que llegues a identificarte con cualquiera de ellos.
L. Ramón G. del Pomar

PRÓLOGO
El mal amor.
Historia de un alegato.
Esta novela de Ramón G. del Pomar es, bajo el punto de vista formal, un soliloquio desde la cárcel por parte del protagonista, que evoca su vida y la de quienes con él vivieron y quizás vuelvan a vivir, que son seres humanos en cierta manera socialmente Very Importants Persons. Es decir, pertenecen a un mundo donde el cuasi-gangsterismo convive con la vida respetable, y están casi hasta alcanzar una realidad incluso socialmente
brillante y como contada en las grandes revistas de papel cuché. Pero todos son hombres y mujeres aparentemente huecos y mundanos y que, sin embargo, llevan dentro de sí un alma torturada, aunque ellos mismos lo desconozcan o no quisieran llamar alma y, sin embargo, sea ese adentro suyo el que los sostiene y a la vez deshace sus vidas; y lo que suscita el interés y el acompañamiento de los lectores, porque de lo que en esta historia se habla es de pasiones humanas y éste es el material de la narración y de la vida misma.
El lenguaje es ligero y rueda como algo redondo cuesta abajo con el sólo tropiezo a veces de alguna crudeza o una inconveniencia en el habla cotidiana de hoy mismo; pero el narrador, que es uno de los personajes actores, y que a veces parece poseer una magia o un poder para encerrar o liberar a los personajes en una malla o red en la que él mismo se encierra o de la que se libera, utiliza realmente al narrar él y no como quien cuenta lo que los demás dicen, un lenguaje cuyas comparaciones y símiles deslumbran y nombran soberanamente, y otras veces hace enunciaciones y juicios como cortes de cuchillo, de escalpelo o bisturí, y también de una gran hermosura e ingenio formales al nombrar. Por ejemplo, ya en la primera página: “Aquel hombrecito granuja que se desprotegía la sesera con una alopecia generalizada por todo el cráneo y por donde se le veían las frases que no decía. Las que ni siquiera se atrevería a guardar entre los folios donde las plasmaba”, o: “Aquella noche lloré como si se derritiera el hielo que se me pegó por el sonido de los cerrojos tras de mí” o también: “La noche que fingí retortijones intestinales ocultaba los que me daban en la conciencia. La perdía por inconsciente mientras hacía preguntas y me lamentaba jugar con Carlos y su ingenuidad” ¿De veras?, se pregunta el lector, ya desde la trama misma. Toda la farsa de este mundo en un cierto medio social, inmerso en el pequeño universo de una parcela de lo que hoy se llama cultura y el lenguaje de la virtud o del vicio es igualmente brillante e igualmente vacío, pero el lector sólo cuando ha acabado su lectura se percata de ello, y de que una historia de nadas y nonadas también tiene profundidad o simas de
pasiones de debilidad e impotencias, e igualmente sus cimas de crimen, y hasta su repetición mítica, la enunciación de cuyo acontecer y personajes está en el título.
Ésta es, pues, la historia de un alegato, desde la cárcel, que en primer lugar no va definitivamente contra nadie. Y hecho este alegato por alguien que no precisa ni fiscal ni abogado, ni tampoco juez. Es como una enunciación para el lector, y la celda carcelaria se convierte, mientras se lee la historia, en mundo vividero, absurdo y vacío, y no se ven las rejas, pero contiene esperanzas y dolores verdaderos.
José Jiménez Lozano
Licencido en Derecho, Filosofía y Periodismo.
Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes.
Premio Nacional de las Letras Españolas.
Premio Cervantes.
























